viernes, 7 de octubre de 2011

foto:donnafreitas

En la religión tradicional, la práctica de reconocer que se lleva una vida llena de vicios, el hecho de confesar los pecados y la decisión de querer controlar nuestros malos hábitos tienen un efecto purificador.
Es una forma de empezar de nuevo, o de vaciar el "yo", una especie de renacimiento. Al abrir nuestro interior a través de la confesión nos abrimos a una intimidad divina que antes estaba fuera de nuestro alcance, puesto que conocemos nuestro hábitos pecaminosos y nos ponemos en contacto con lo divino.
Una  vida vivida sin mesura es un descontento que hace que vayamos transformándonos durante toda la vida.

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