jueves, 6 de octubre de 2011

foto:brigetjones

La elegancia interior no consiste en alcanzar la perfección.
El vernos como diosas no nos pide que dejemos de depilarnos las piernas, cambiemos de look o abandonemos el ritual de ponernos guapas por las mañanas.
Todas las mujeres somos diferentes; ninguna somos perfectas, inevitablemente, el hecho de imaginar lo que nuestros cuerpos podrían y deberían ser, cambiará el curso de nuestra vida.
Una mujer no es menos diosa porque cuente calorias, se pinte las uñas de los pies o se vista con algo que le realze las curvas. Por lo tanto, el hecho de crear una imagen única y divina, deja de tener sentido frente a nuestra diversidad.
El secreto de nuestra elegancia interior esta en correr el riesgo de mirarnos a nosotras mismas; de darnos cuenta de cómo experimentamos nuestros cuerpos.
Tomar conciencia de nuestras luchas y esperanzas para llegar a amar nuestros cuerpos por lo que son y saborear la divinidad femenina que hay en todas nosotras.

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